Empieza enero y el aire se siente diferente, como si el hecho de cambiar de año pudiera borrar todo lo que pesa del año anterior y darme esperanza para algo mejor. Así se siente y sé que así es.
En el primer día del año, me levanté más tarde de lo habitual, aprovechando la tranquilidad que se respira. Mientras preparaba mi desayuno, pensé en lo que este año significa para mí: quiero vivir intencionalmente para cumplir mis sueños. Sé que no quiero conformarme y estar cómoda, sino darme el chance de abrirme a nuevas posibilidades y experiencias.
Es curioso como el dejar fluir los pensamientos pueden revelar tanto. Me di cuenta que no quiero cargar con la expectativa que tengo que ser productiva todo el tiempo y quiero seguir practicando el decidir por lo que me hace bien: tomar mi libro en mi tiempo libre, salir a caminar (y porqué no a correr) cuando lo siento necesario, y ser más consciente con mi horario del sueño, por ejemplo.
He sido constante con la escritura, tengo un diario de gratitud por segundo año consecutivo, sigo con las caminatas diarias y he regresado a terapia. Con estos hábitos voy entendiendo que no tengo que tener mi vida resuelta hoy mismo, sino que con paciencia y poniendo de mi parte en las decisiones, pequeñas y grandes, que tomo por mi bienestar seguiré avanzando y creciendo.
En diciembre viví situaciones retadoras y, al mismo tiempo, fue un mes de familia, mucho amor y felicidad. En un mes aprendí mucho y quiero que todo lo bueno y lo aprendido me acompañe a lo largo del 2025.
Agradezco todos los días por las personas que caminan conmigo. He entendido que para las personas también hay temporadas: hay quienes están y se quedan, otros llegan para enseñarnos lo que necesitamos en el momento y esto puede ser por un tiempo nada más, y están también aquellos que en la distancia, se sienten cerca.
Sé que estoy donde debo estar, mientras sigo construyéndome poco a poco. Este año me voy a permitir sentir y equivocarme para volver a intentarlo, aún si es con miedo.
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