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Tito

Foto del escritor: Pen & StitchesPen & Stitches

Mi abuelito falleció el 23 de febrero de 2011. Ese día a las 9:00PM el mundo se paralizó para mi familia y para mí. Recuerdo todo como si hubiera sido ayer: sentada en el suelo de la sala de espera del hospital haciendo un examen en línea de la Universidad, cuando salieron a avisarnos que él ya se había ido. Todo se quedó a medias y en el transcurso de una de las noches más largas de mi vida, supe que una parte de mi corazón se había ido con él.

El 31 de diciembre de 2010 por un cambio de planes repentino, pasé el Año Nuevo en casa de mis abuelitos, con ellos, mis tíos y uno de mis primos. Recuerdo vívidamente que terminando de rezar alrededor del nacimiento, mi abuelito volteó a ver al Niño Jesús y nos dijo que veía como sonreía, y dijo que para él era una señal que algo bueno vendría para nuestra familia. Lo que ninguno imaginábamos era que a los dos meses Dios lo estaría reclutando para su batallón de ángeles en el Cielo. Desde allá seguiría cuidándonos y guiándonos como siempre lo hizo. Ninguno pensó que lo bueno era que él regresaría con Dios y se quedaría en nuestros corazones más cerca que nunca.

En mi mente tengo presente su funeral y la misa de cuerpo presente que hubo antes de ir al cementerio. Al velorio llegaron muchísimas personas. Muchos que le tenían un gran cariño. Su gran corazón llegó a tantas personas que tantos llegaron a dejar una flor o una oración. Él se fue vestido con su traje de ministro extraordinario de la comunión, rol que había adquirido hacía un tiempo y para el cual, él no se sintió digno al principio, no obstante Dios lo había elegido para llevarlo a Él a muchas más personas, especialmente a las que no pudieran acudir a la iglesia para recibir la comunión.

Hoy, a 11 años de su partida, lo pienso y recuerdo todos los días, en especial cuando escucho música clásica porque él me enseñó a apreciarla. Con él vi la película "Lo que el viento se llevó" y la entendí gracias a que me contaba los datos relevantes de esa época para que no perdiera el hilo de la misma. Gracias a él aprendí a amar la lectura ya que siempre estaba leyendo y era tan sabio, que siempre me inspiró a ser así. Sus frases y ocurrencias es lo que nos encanta recordar, le encantaba hacernos reír y siempre tenía un chiste en la punta de la lengua. Su predilección por los dulces es también su herencia, nunca olvidaré una vez que fuimos a recogerlo a su trabajo en el Museo del Ferrocarril, y en la gaveta de su escritorio tenía una bolsa de pan dulce escondida allí.

Tito, como todos sus nietos siempre le llamamos, tenía una fe enorme y una gran devoción a la Virgen María. Todos los días se levantaba temprano para ir a misa antes del trabajo. Rezaba siempre y nos invitaba a rezar con él. Tito y Tita iniciaron la tradición con sus seis primeros nietos, de recorrer la Ciudad de Guatemala y Antigua Guatemala, visitando nacimientos realizados en iglesias, casas particulares o casas religiosas. Era nuestro día favorito tanto de ellos como de nosotros; nos lo disfrutábamos mucho.

Con el paso del tiempo me doy cuenta que su legado son los valores y principios que enseñó a sus hijos y nietos. Eso es lo más importante. Se preocupó, junto con mi abuelita, por criar personas de bien, agradecidas, trabajadoras, creativas y felices, a pesar de cualquier circunstancia.

Sigo agradeciendo a Dios por haberlo tenido como abuelo y por haber crecido con su ejemplo, aún al día de hoy que ya no está con nosotros en la tierra. Su bondad y entrega a las personas es lo que siempre admiré de él: las puertas de su casa estaban abiertas a quien necesitara ayuda, consuelo o compañía. Era el más consentidor, especialmente con sus nietos, a quienes nos regalaba dulces o chocolates que siempre tenía. Su carácter fuerte lo heredamos todos, en más de alguna ocasión se nos sale el "Hernández" que todos llevamos dentro.

Pido ahora su intercesión para que, desde allá arriba, nos ayude, guie y cuide; qué nos siga enseñando a ser buenas personas, qué nuestro corazón y nuestra vida se encuentre al servicio de todos a nuestro alrededor.

Nunca olvidaré sus despedidas con un beso, un abrazo y su "cuídate linda".

Te quiero, Tito, para siempre.



Texto escrito el 1 de noviembre de 2020. Editado el 23 de febrero de 2022.

 
 
 

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